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viernes, 30 de marzo de 2012

que el fuego recuerde nuestros nombres (3/6). Antonio Orihuela








Adiós campos de arroz de Banepa, calor de Katmandú,
lluvia del Monzón a las seis en punto de la tarde,
sombreros cónicos de paja trenzada, bicicletas.
Adiós vieja y ruidosa calle de los Escribanos,
adiós ruinas, dólmenes, tholos, cistas, hipogeos,
diapositivas de la Acrópolis,
yogures pasados hasta de color.
Adiós Jardín del Edén, inocencia, ciudades deprimentes,
coches, centrales térmicas, calambres, adolescencia,
manos, noches de velas blancas.
Adiós transplantes de corazón, caricias de mi abuela,
altura del tío Frasco, tijeras de podar,
regalos del tío José y la tía Gertrudis,
cuentos del abuelo Miguel en su colchón de lana,
rictus de la abuela Ángela,
adiós muertos míos, casas de Moguer, pisos de Sevilla,
riberas del Lago de Proserpina, hamaca,
pozo, noche, estrellas.

Adiós India, sagrada Varanasi,
desolada Ladakh, húmeda Bhopal de Himachal Pradesh,
industrias químicas de la muerte en la ría de Huelva,
políticos mentirosos de todos los colores,
adiós a todos vosotros que conocéis de sobra el futuro
y por eso no queréis hablar de él.

Adiós Almaraz, China, la Luna, Li Po, Wang Wei, Mú.
Adiós Magritte, ya eres una pipa.
Adiós Noam Chomsky, adiós pensar.
Adiós Bertrand Russell y la tolerancia, Marcuse y la libertad.
Adiós Martin Luther King, adiós sueños, mayo francés,
huelgas generales y primavera de Praga.
Adiós Barbarella perseguida por lúbricos obispos rojos.
Adiós Gabriel García Márquez, ya nadie te escribirá.

Adiós Star Spangled Banner, grito de guerra
que apenas sonó más allá de un centenar de metros
sobre las praderas de White Lake,
adiós música que nadie oyó,
adiós Nación de los Tres Días
que acogiste a medio millón de pacíficos,
extáticos, desintegrados, silenciados, golpeados y violados
en la gran marcha hacia delante de la lógica de mercado.

Adiós solitario Kevin Ayers,
feliz flipado que no quisiste correr en ninguna carrera,
andarín descalzo de tu órbita
porque los caminos siguen llenos de barro.
Adiós aterciopelado Marc Bolan,
que te comiste enterito el árbol del Bien y del Mal
y te ofrecías después a los muchachos
abierto como una manzana.
Adiós Robert Wyatt,
que despertaste con el rostro lleno de sol
y me dijiste que tu locura
encajaba perfectamente con la mía.
Adiós Elliot Murphy,
que encontrabas minas de diamante a cada paso.
Adiós Jimmy Page
que quisiste enseñarnos que todos somos la misma sorda
y dura y estúpida piedra que nadie quiere escuchar.
Adiós King Crimson, Triana,
Jesús de la Rosa cayendo desde el lago
por los anillos del arco iris de las trompetas telescópicas,
volando sobre un trozo de cartón robado,
ya oigo lo que tocas, es un cielo anaranjado.
Adiós Sonic Youth, ya sabéis
que no se puede sostener nada entre las manos mucho tiempo.

Adiós Iron Butterflay, Deep Purple, Nick Cave,
Topo, Leño, Asfalto, Kortatu, Ñu,
adiós Muertos de Cristo, Chumbawamba,
candelitas blindadas
tragadas por el lobo púrpura
mientras cantabais a las barricadas.

Adiós Marcel Duchamp,
adiós al hombre más lúcido del siglo XX.
Adiós Le Corbusier, amigo de los nazis,
que diseñaste pisos donde la gente se volvía loca.
Adiós Andy, astuto mercader de pelo blanco.
Adiós a los Beatles, cucarachas deformes,
ahora sí que va en serio el Magical Mystery Tour.
Adiós Rolling, que rodasteis desde Street Fighting Man
hasta curvaros al Capital como una palmera.

Adiós Lou Reed, taciturna flor de plástico,
Sweet Jane que me sacabas a bailar
abrazado a una mentira.

Adiós Godot, Wenders del cielo, Fassbinder del infierno,
películas de mi vida
dad recuerdos a la Fender que Jimi Hendrix
quemó en Haight Ashbury,
al alma negra de Janis Joplin
ensayando el vuelo de la mariposa
sobre el Trip Festival de Monterrey,
a Morrison caído como una ficha de dominó
y a Salvador Allende defendiendo la moneda
con una absurda metralleta
mientras los B-56 arrojan bombas sobre Santiago,
adiós alamedas,
carbón caliente de los poemas árticos de Huidobro
y Coney Islands of the Mind.

Adiós paisaje, adiós pelvis de Elvis,
empastillado niño
arrasado por los mismos que te subieron hasta las brumosas
e inciertas montañas del éxito para allí dejarte abandonado.
Adiós Man Ray, adiós fiebre del sábado noche.
Adiós Bee Gees vestidos como niñas de primera comunión.
Adiós suicidas, románticos, cementerio de Père Lachaise.
Adiós al Rey Lagarto
hinchado en la bañera antes de morir de sobredosis.
Adiós tontos que confundisteis lo sagrado
porque habría bastado con bailar en el desierto.
Adiós ordenadores, Chaplin, quimeras, comunistas, aviones,
sereno y pequeño hilandero Gandhi, adiós a la No Violencia,
al chirrido de los periódicos y de la CNN,
a los gritos de los jefes
y a los átomos al servicio de los militares cabezas de chorlito.

Adiós a los que pintáis de rosa las estatuas públicas
y a los que votasteis a nadie porque nadie regala nada.

Adiós a los Who,
a Michael McClure cantando puesto de peyote hasta las cejas,
a las cintas de casette, adiós The Clash, adiós Spanish Bombs,
adiós Joe Strummer
que oíste entre los olivares de Víznar el grito de los muertos
y te fumaste un porro en honor de Federico García Lorca.

Adiós Angelic Upstars,
los de abajo nunca volveremos a estar unidos.

Adiós punk,
extinguida raza que quisisteis tan sólo cruzar la calle.

Adiós Imagine, adiós dieciocho años, adiós Pablo Neruda,
machista enamorador de las muchachas, mi capitán.
Adiós a las canciones de amor, a las revoluciones naranjas,
a los que se sientan en los bares y beben para salvar al mundo,
a los bichos domésticos, a los amigos, a las playas,
a las uñas de los pies pintadas de rosa,
a las marismas, a la risa de las gaviotas,
a los granos de arena dentro del grano de arena.

Adiós a todas las mañanas del mundo,
a la viola da gamba que nunca fui capaz de tocar,
al maestro Saînt Colombe y al almidonado Marais.
Adiós a las Brigadas Rojas y a la Baader Meinhof,
a los juegos secretos de los niños de la burguesía
enfadados con el mundo.

Adiós Bosco, Grünewald, Cranach, Bruegel,
Goya, Staël, Schwitters,
ya sois el espejo del mundo donde arañarse los ojos.

Adiós al hambre, a Greenpeace, a Buñuel, al sueño,
a las cartas bombas, a las rendijas,
a Pedro G. Romero, al Parque de Mª. Luisa en invierno,
a los abrigos, a los sombreros,
a las maletas violetas de veterinario llenas de Arte,
al pan duro, a las lubinas a la sal,
a los convencionales aspirantes a Erasmus
y a creyentes en el Estado,
a los clones, a los rosados pijos del centro derecha,
a los lolailos del lumpen, el tunning y el bacalao,
adiós muertos falsamente vivos, perdidos por completo,
atrapados en redes estúpidas, cargados de objetos inútiles,
ciegos a todo lo claro y lo cercano,
aquí, aquí, adiós, desde el autobús os digo adiós.

Adiós oficinas de lunes a viernes
donde hacer como que trabajas
y donde el jefe hacía como que te pagaba,
adiós empleado del mes, adiós imbécil del año.





Antonio Orihuela. Todo el mundo está en otro lugar. Ediciones de Baile del Sol. Tegueste (Tenerife). 2011

1 comentario:

  1. Adios Noam Chomsky, no! Que sigue vivo aunque muy viejito...Que su voz siga clamando en el desierto por mucho tiempo! Yo lo amo.
    Por lo demas, bellisimo poema.

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