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lunes, 3 de junio de 2013

malos recuerdos




Malos recuerdos. Sebastián Miale






Malos recuerdos




                                   La vergüenza es un sentimiento revolucionario
                                                                            KARL MARX

Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina.

Cuando yo tenía doce años,
algunos días, al anochecer,
llevábamos al sótano a una perra
sucia y pequeña.

Con un cable le dábamos y luego
con las astillas y los hierros. (Era
así. Era así.
                 Ella gemía,
se arrastraba pidiendo, se orinaba,
y nosotros la colgábamos para pegar mejor).

Aquella perra iba con nosotros
a las praderas y los cuestos. Era
veloz y nos amaba.


Cuando yo tenía quince años,
un día, no sé cómo, llegó a mí
un sobre con la carta de un soldado.

Le escribía su madre. No recuerdo:
«¿Cuándo vienes? Tu hermana no me habla.
No te puedo mandar ningún dinero...»

Y, en el sobre, doblados, cinco sellos
y papel de fumar para su hijo.
«Tu madre que te quiere.»
                                       No recuerdo
el nombre de la madre del soldado.

Aquella carta no llegó a su destino:
yo robé al soldado su papel de fumar
y rompí las palabras que decían
el nombre de su madre.

Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.






                                                 Antonio Gamoneda





Sangre

Éramos cinco a la mesa de juego 
sin contar al croupier 
y su ayudante. El hombre 
de junto a mí tenía los dados 
en la mano. 
Se sopló los dedos, dijo: 
¡Vamos, pequeños! Y se inclinó 
sobre la mesa para tirar. 
En ese momento, una sangre roja brotó 
de su nariz, salpicando 
el verde paño de fieltro. Soltó 
los dados. Se echó hacia atrás pasmado. 
Y luego aterrorizado cuando la sangre 
corrió por su camisa abajo. ¡Dios mío! 
¿qué me está pasando? 
gritó. Se agarró a mi brazo. 
Oí funcionar los motores de la Muerte. 
Pero en aquella época yo era joven, 
y estaba borracho, y quería jugar. 
No tenía por qué escuchar. 
Así que me largué. No me volví ni siquiera, 
ni encontré esto dentro de mi cabeza, hasta hoy.


                                                         Raymond Carver



Nieve

El minero se ahorcó
Con la cuerda de una persiana
En el porche de su casa

Acudimos a verlo
Casi todos los niños de la barriada

Lo mirábamos en silencio
Con respeto

Pero hacía mucho frío
Y comenzó a nevar



Abandonamos al muerto
Y nos fuimos a jugar con la nieve

Era la primera vez
Que veíamos la nieve



                                                       P. R.

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