Esto con Franco no pasaba
Mateo tiene mi edad, 50 tacos, y es pintor de brocha gorda; pero hace muchos años que está en el paro, y, aunque posee un piso de propiedad, gracias a que su mujer tiene un buen trabajo, se pasa el día sentado en los bancos de la estación con la pandilla de borrachos que la frecuentan.
Un día que conversábamos sacó a colación el reciente robo en un bar cercano al ferrocarril, “seguro que han sido rumanos, o moros”, dijo, y acto seguido soltó aquello de: “esto con Franco no pasaba”. Entonces me vi en la necesidad de hablarle de mis tristes recuerdos del tardofranquismo: de palizas en el colegio y en casa; de abusos sexuales en la parroquia; de estado policial en la calle; de mujeres ninguneadas y maltratadas en el barrio; de represión y de despotismo generalizado por doquier, etc., etc... “y que yo recuerde también había robos, lo único que en mi barrio no se producían porque éramos gente muy humilde, y allí ¿qué coño podían birlarnos?... en todo caso los chorizos procedían de barrios como el mío y se iban a robar a las zonas donde habitaban las personas pudientes”. Mateo pareció perplejo, como si no se pudiera creer lo que estaba oyendo, y me preguntó:
¿Pero de dónde eres tú? ¿Dónde te criaste?
Soy andaluz, de Linares, contesté.
Pues, tío, yo soy extremeño, hijo también de currantes, y de niño no vi nada de eso, de verdad…
Yo si que lo vi, y lo sufrí en mis propias carnes, menudos repasos me daban en la escuela… recuerdo que en quinto curso tenía una profesora que normalmente se quitaba los anillos para golpearnos, pero si detestaba al niño que iba a azotar, no se los quitaba…, explicó el Canijo, que estaba sentado en un banco próximo a nosotros. Pues, macho, eso sólo pasaría en vuestra tierra (el Canijo también es andaluz), porque de verdad que yo sólo guardo buenos recuerdos… Algo malo habríais hecho… Pero, claro, a veces sólo vemos lo que queremos…
Mateo jura que no es alcohólico, dice que sólo bebe cuando tiene problemas. Antes del amanecer lo he pillado rebuscando en los contenedores y en las papeleras, hasta que al fin ha obtenido premio: un cartón de vino al que le quedaban unas gotas.
Un día que conversábamos sacó a colación el reciente robo en un bar cercano al ferrocarril, “seguro que han sido rumanos, o moros”, dijo, y acto seguido soltó aquello de: “esto con Franco no pasaba”. Entonces me vi en la necesidad de hablarle de mis tristes recuerdos del tardofranquismo: de palizas en el colegio y en casa; de abusos sexuales en la parroquia; de estado policial en la calle; de mujeres ninguneadas y maltratadas en el barrio; de represión y de despotismo generalizado por doquier, etc., etc... “y que yo recuerde también había robos, lo único que en mi barrio no se producían porque éramos gente muy humilde, y allí ¿qué coño podían birlarnos?... en todo caso los chorizos procedían de barrios como el mío y se iban a robar a las zonas donde habitaban las personas pudientes”. Mateo pareció perplejo, como si no se pudiera creer lo que estaba oyendo, y me preguntó:
¿Pero de dónde eres tú? ¿Dónde te criaste?
Soy andaluz, de Linares, contesté.
Pues, tío, yo soy extremeño, hijo también de currantes, y de niño no vi nada de eso, de verdad…
Yo si que lo vi, y lo sufrí en mis propias carnes, menudos repasos me daban en la escuela… recuerdo que en quinto curso tenía una profesora que normalmente se quitaba los anillos para golpearnos, pero si detestaba al niño que iba a azotar, no se los quitaba…, explicó el Canijo, que estaba sentado en un banco próximo a nosotros. Pues, macho, eso sólo pasaría en vuestra tierra (el Canijo también es andaluz), porque de verdad que yo sólo guardo buenos recuerdos… Algo malo habríais hecho… Pero, claro, a veces sólo vemos lo que queremos…
Mateo jura que no es alcohólico, dice que sólo bebe cuando tiene problemas. Antes del amanecer lo he pillado rebuscando en los contenedores y en las papeleras, hasta que al fin ha obtenido premio: un cartón de vino al que le quedaban unas gotas.
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