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lunes, 14 de marzo de 2011





I. EL TESTIGO (fragmento)

1.1. En un campo, una de las razones que pueden impulsar a un deportado a sobrevivir es convertirse en un testigo.

Por mi parte, había tomado la firme decisión de no quitarme la vida pasara lo que pasase. Quería ver todo, vivirlo todo, experimentar todo, guardar todo dentro de mí. ¿Para qué, puesto que nunca tendría la posibilidad de gritar al mundo lo que sabía? Sencillamente porque no quería desaparecer, no quería suprimir al testigo en que podía convertirme (Langbein 1, p. 186).

Desde luego no todos los detenidos, sino sólo una pequeña parte, invocan esta razón. Que bien puede ser, por lo demás, una simple razón de conveniencia ("quiero sobrevivir por esta u otra razón, por este o aquel fin, y encuentra centenares de pretextos. La verdad es que quiere vivir a toda costa": Lewental, p. 148). O que se trate sencillamente de venganza ("naturalmente podría suicidarme lanzándome contra la alambrada de espino; esto siempre cabe hacerlo. Pero quiero vivir. Tal vez suceda un milagro y nos liberen. Y entonces me vengaré, y contaré a todo el mundo lo que ha pasado aquí dentro": Sofsky, p. 477). Justificar la propia supervivencia no es fácil, y mucho menos en un campo. Además algunos de los supervivientes prefieren callar. "Algunos de mis amigos, amigos muy queridos, no hablan nunca de Auschwitz" (Levi 1a, p. 172). Pero, para otros, la única razón de vivir es impedir que muera el testigo. "Otras personas, en cambio, hablan de Auschwitz incesantemente, y yo soy uno de ellos" (Ibid).

Giorgio Agamben, Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. HOMO SACER III, PRETEXTOS, 2000

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