En torno a los últimos atentados terroristas perpetrados por las fuerzas de seguridad.
“Juro que prefiero ser como soy (siempre huyendo y forzando tiendas
por un paquete de cigarrillos o un tarro de mermelada) que estar siempre
por encima de los demás con el látigo en la mano y estar muerto de
la cabeza a los pies. Quizás es que en cuanto coges el látigo te mueres.”
Alan Sillitoe, “La soledad del corredor de fondo”
Rebelarme contra el Sistema y contra la parte del Sistema que llevo dentro de mí mismo. No ser más un “anti-sistema” del Sistema. Odiar, sí.
Ser digno de merecer los golpes del monstruo y llamarlo por su nombre: no existe la “brutalidad policial” porque toda policía es, en esencia, un ejercicio de la brutalidad. No cortar ni una sola flor para congeniar con la bestia, no segar la vida para ofrendarla al homicida.
Ya que avanzamos hacia un “cuerpo a cuerpo social”, y queda en la cuneta la hipocresía del Estado de Derecho, habrá que “señalar con el dedo”, como recomendaba Nietzsche: políticos no, jueces no, empresarios no, policías no, militares no, profesores no, propietarios no, democracia liberal no, trabajadores nunca. Odiar, sí.
En los últimos tiempos se ha desnudado la democracia, se ha exhibido Occidente: de un lado “asimilar” y de otro “aplastar”. Así se gestiona el espacio social, unas veces “digiriendo” y otras “vomitando”, nos recordaba Bauman.
Ante estos nuevos atentados terroristas, ante estas nuevas manifestaciones de la violencia de Estado, cabe la insubordinación más incómoda: rebelarse contra el Sistema y también contra el Sistema que somos. No producir, no consumir, no votar, no “residir”, nunca trabajar. Odiar, sí.
Se ha dado la violencia “legítima” del Estado y todas las personas que votaron hace poco son corresponsables de la misma. Llegado el caso, la policía puede matar; pero lo hace “por encargo”: son los crédulos, los demócratas, los “ciudadanos”, la mayor parte de la masa social, aún así “indignada”, los que “convidan” a la muerte. Como ha sugerido Harold Pinter en más de una obra de teatro, la dialéctica del Amo Protector y del Esclavo Agradecido convierte a este último en cómplice del primero y en corresponsable de sus crímenes.
Ante estos últimos atentados terroristas perpetrados por las fuerzas de seguridad, reclamamos la dimisión de La Sociedad.
Pedro García Olivo – La HaineSer digno de merecer los golpes del monstruo y llamarlo por su nombre: no existe la “brutalidad policial” porque toda policía es, en esencia, un ejercicio de la brutalidad. No cortar ni una sola flor para congeniar con la bestia, no segar la vida para ofrendarla al homicida.
Ya que avanzamos hacia un “cuerpo a cuerpo social”, y queda en la cuneta la hipocresía del Estado de Derecho, habrá que “señalar con el dedo”, como recomendaba Nietzsche: políticos no, jueces no, empresarios no, policías no, militares no, profesores no, propietarios no, democracia liberal no, trabajadores nunca. Odiar, sí.
En los últimos tiempos se ha desnudado la democracia, se ha exhibido Occidente: de un lado “asimilar” y de otro “aplastar”. Así se gestiona el espacio social, unas veces “digiriendo” y otras “vomitando”, nos recordaba Bauman.
Ante estos nuevos atentados terroristas, ante estas nuevas manifestaciones de la violencia de Estado, cabe la insubordinación más incómoda: rebelarse contra el Sistema y también contra el Sistema que somos. No producir, no consumir, no votar, no “residir”, nunca trabajar. Odiar, sí.
Se ha dado la violencia “legítima” del Estado y todas las personas que votaron hace poco son corresponsables de la misma. Llegado el caso, la policía puede matar; pero lo hace “por encargo”: son los crédulos, los demócratas, los “ciudadanos”, la mayor parte de la masa social, aún así “indignada”, los que “convidan” a la muerte. Como ha sugerido Harold Pinter en más de una obra de teatro, la dialéctica del Amo Protector y del Esclavo Agradecido convierte a este último en cómplice del primero y en corresponsable de sus crímenes.
Ante estos últimos atentados terroristas perpetrados por las fuerzas de seguridad, reclamamos la dimisión de La Sociedad.
http://www.lahaine.org/index.php?p=54493
www.pedrogarciaolivoliteratura.com
Me niego a ser como tú
Antes que ser alguien como tú,
prefiero no ser, que ser como tú.
Entra en la rueda, deja que te envuelva.
Cierra los ojos y acata las normas.
Traga con todo hasta que devuelvas.
Toma partido mirando tu ombligo.
Sube peldaños, no te importe cómo.
Si hay que pisar, pisa fuerte al de al lado.
Busca enemigos entre tus iguales,
y encuentra un aliado en quien es tu enemigo.
ME DAS ASCO... por ser como eres, tú.
ME DAS ASCO... tú y la gente como tú.
ME DAS ASCO... por hacer lo que haces, tú.
ME DAS ASCO. Me niego a ser como tu.
Dicen que: “el que algo quiere, algo le cuesta”.
Sea lo que sea, siempre hay una excusa.
Tú estás dispuesto a pagar cualquier precio
por algo que, según tú, no tiene precio.
Quieres creer y querer que otros crean
que estás situado, que estás por encima,
que lo has alcanzado por méritos propios.
Algo que es tan falso como tu apariencia.
ME DAS ASCO... por ser como eres, tú.
ME DAS ASCO... tú y la gente como tú.
ME DAS ASCO... por hacer lo que haces, tú.
ME DAS ASCO. Me niego a ser como tu.
Yo no.
Me niego a ser como tú.
Me niego a ser yo quien termine llevándolo escrito en los ojos:
la traición a los míos y a los que siento míos.
No quiero ser yo ese que alguna vez pueda verse arrastrado
por la corriente que empuja y te hace ser un arrastrado.
Me niego a ser yo quien tal vez sin quererlo algún día descubra
que perdí la conciencia y con ella la cordura.
No quiero ser yo uno de esos que son con razón acusados
de venderse por nada y de servirse de todos.
¡No!
Si para ser alguien hay que ser como tú...
ni quiero serlo, ni puedo serlo.
Si para ser alguien hay que ser como tú...
Me niego... ¡¡Me niego a ser como tú!!
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