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sábado, 28 de agosto de 2010
Invierno
Has quedado en un bar, a la salida del trabajo, con un amigo; le acompaña un tipo, que, según dice él, tenía ganas de presentarte hace tiempo. Pedís unos vinos. Afuera,
el fenómeno de la balearización
manifiesta ruidos dolorosos
rastros de alquitrán babosa
baldosas tristes
árboles animales enjaulados
cemento húmedo y frío
(El camarero languidece miserablemente, confinado en su encierro. Luz mortecina, lobreguez)… Te encuentras incómodo, pues hace mucho tiempo que perdiste la costumbre de ir de bares y alternar con la gente. Pero tu colega ha insistido tozudamente en presentarte al tipo que está con vosotros. Bebéis, os miráis… “¿De dónde has dicho que eres?”. “No lo he dicho”. “Pero no naciste aquí”. “Exacto”. “Es de”… Se suceden los comentarios insustanciales. De repente, tu amigo, dice algo completamente absurdo, extemporáneo, y te mira a los ojos, expectante, buscando tu respuesta; titubeas, la boca te sabe a polvo viejo, polvo del tiempo perdido
coleóptero recién clavado con un alfiler por mano precisa
miembros paralizados
y pronuncias algo manido, ridículo, casi inaudible, vencido, entregado… entregado a la viscosidad de los momentos triviales.
el viento el mar el invierno el polvo el polvo
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