
NO HAY TRATO
En casa se repartían hostias
sin confesar.
Hasta que una mañana
Azucena, la única que llevaba
siempre las de perder,
le pidió a Rubén
que por favor le cogiera la toalla
del tendal, a 13 pisos de altura.
Sólo tuvo entonces
que trincarle por los pies
y parárselos para siempre
empujando un poco.
Ahora ella vive
y él deja vivir.
VOCES DEL EXTREMO [POESÍA Y UTOPÍA], VV.AA. Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 2002
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